martes, 15 de noviembre de 2016

LA DEFENSA DE LA VIDA

Ayer  un catequista de una comunidad cristiana de la etnia de los Gandos nos avisó que una madre había dado a luz a trillizos y que se murió en el parto. Al día siguiente nos los trajeron a la misión, venían en cuatro motos, tres de ellas cada una con una mujer y uno de los bebes.
Les acogimos dándoles el agua de bienvenida y ya sentados todos comenzamos la conversación, venían para que nosotros nos hiciéramos cargo de los bebes. Yo sabía que ellos tienen creencias que les hacen ver como que los niños son los que le han traído la muerte a la madre y tienen miedo de hacerse cargo de ellos. Les pregunté si después de unos meses ya estarían dispuestos a llevárselos. Nos dijeron que lo que querían es que estuviesen con nosotros por lo menos hasta que ya pudiesen caminar. Eso que pedían era demasiado cómodo para ellos y era necesario que ellos no dejaran de hacerse cargo de los niños pero siempre asegurando sus vidas. Les hice comprender que los niños crecerían un tiempo en el centro y pasado el primer año ya deberían estar dispuestos a acogerles en familia.
Cuando supe que estaban de camino a la misión yo ya había llamado a un centro de huérfanos que llevan unas religiosas en un pueblo cercano para saber si habría sitio para ellos. Ellas me dijeron que podíamos llevarlos pero que debían venir acompañados de una mujer de la familia que pudiera atenderles e igualmente que estuvieran dispuestos a una mínima aportación económica que mostrase su deseo de colaborar con la labor a favor de los niños. Entre las tres mujeres discutieron quien podría quedarse, al final una fue designada pero que una vez vueltos al poblado igual enviarían a otra para reemplazarla.
Agradecemos a los cristianos de las comunidades que están atentos a la vida de estos niños que a causa de supersticiones corren el peligro de ser abandonados. Como podéis ver en las fotos son niños sanos aunque tengan un poco menos del peso necesario, pero estamos seguros que en el centro pronto van a ir cogiendo peso. Damos gracias a Dios que la vida de estos tres niños, dos niños y una niña, se haya salvado y esperamos que poco a poco las antiguas supersticiones que ponen en riesgo la vida de los más débiles puedan ir desapareciendo.

                     

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