martes, 25 de agosto de 2015


LA MISERICORDIA DE JESUS

El Papa Francisco ha anunciado un Año de la Misericordia. En el Sínodo sobre la Familia se buscan caminos para acompañar con misericordia a aquellos que no lograron continuar su vida en común en su matrimonio y que ahora sufren una situación irregular de acuerdo a las normas de la Iglesia. Algunos temen que la doctrina sea cambiada y otros muestran que no les importaría olvidarse de la doctrina para hacer a la Iglesia más abierta a todos.
Entre nosotros hay cristianos verdaderamente comprometidos en el seno de los movimientos eclesiales que echan en cara a los sacerdotes de ofrecer los sacramentos de una manera ligera sin exigir las condiciones morales para que se puedan vivir con verdad. Es verdad que en Africa hay muchos bautizados que no han dejado del todo las prácticas de los brujos y hechiceros que les ofrecen amuletos y le invitan a hacer sacrificios de animales para conseguir su curación o para obtener lo que buscan. Otros se dejan llevar por la religión del dinero y no logran servir a Dios. Pero los que los critican no ven su pecado de orgullo y soberbia, que les hace pensar que ellos no son pecadores, que no necesitan el perdón y que se constituyen en jueces y acusadores de sus hermanos a los que desprecian por su impureza religiosa.
Jesús acoge a los pecadores pero no deja de llamarles a dejar el pecado y a comenzar un camino hacia la santidad en el amor. Jesús a su vez come con los fariseos, no les rechaza, pero les invita a dejar la rigidez fundamentalista que se apoya en el cumplimiento de la ley y que olvida la misericordia. Es la posición del padre de la parábola donde el hijo prodigo es acogido para hacerle posible comenzar una vida nueva y el hijo mayor es también llamado a dejar su intolerancia y a saber que él también necesita ser perdonado de su falta de misericordia con su hermano. 
Ni el liberalismo moderno ni el fundamentalismo religioso son el camino de Jesús. Jesús nos llama a la apertura de fe en su Palabra y a la acción del Espíritu para transformar radicalmente nuestra vida en un camino nuevo lleno de la misericordia del Padre.
Todos necesitamos ser acompañados para hacer un camino nuevo con Jesús. Jesús nos llama como pecadores para hacernos santos en su amor. Es la acogida con fe de la gracia de Jesús la que nos permite cambiar el corazón y poder hacer obras buenas. No hay que buscar en la Iglesia unas disposiciones que justifiquen lo que hacemos, sino que con mucha misericordia y pedagogía nos ayuden a acoger la gracia para vivir de otra manera en la santidad del amor de Jesús.

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