jueves, 11 de septiembre de 2014


BIENAVENTURADOS LOS POBRES

Leer el Evangelio y concretamente las Bienaventuranzas desde aquí, desde los pobres, no es lo mismo que desde una situación de bienestar donde aunque también hay pobres, la mayoría vive confortablemente.

El Papa Francisco dirigiéndose a la próxima jornada mundial de la juventud hace un comentario a la primera bienaventuranza, “Felices los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos”. Y dice tres cosas que realmente se sienten como una verdadera llamada a seguir este camino de vida que nos propone Jesús.

La primera habla de cambiar de estilo de vida, de vivir sobriamente, de ser capaz de liberarse de mil necesidades que nos creamos con cosas que realmente no son necesarias. Cuando uno ve con que poco vive aquí la gente y como logran tirar para adelante con toda su familia y todos sus gastos. Uno se da cuenta de cuantas cosas superfluas de las que podríamos prescindir y no pasaría nada. Y lo peor es que te das cuentas que estas gastando en cosas inútiles lo que otros están necesitando para vivir.

La segunda habla de que hay que aproximarse de los pobres. “Debemos aprender a quedar con los pobres. ¡No tengamos la boca llena de bellas palabras sobre los pobres!  Encontrémonos con ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los pobres son una ocasión para encontrarnos con el mismo Cristo”. Realmente para nosotros es una gracia poder estar aquí, estar realmente cerca de Cristo estando cerca de los pobres. Pero también aquí hay que hacer un camino para acercarse más, para que te sientan cerca, para conocerles mejor y poder compartir sus alegrías y sus sufrimientos. No debemos tener miedo a salir a la intemperie, a perder nuestras murallas invisibles que nos dan seguridad pero que nos distancian de los otros.

Y la última es estar dispuestos a aprender de los pobres, a saber recibir lo que nos aportan y nos enseñan. Y realmente es mucho, porque tienen defectos como todos, pero es mucho lo que todos los días podemos aprender si estamos atentos y receptivos. Si supiéramos quién es el pobre que nos pide de beber como a la samaritana y el don de Dios que nos puede ofrecer si tenemos sed de recibirlo. Podríamos vivir una vida realmente nueva. No conviene desaprovechar tantas gracias que cada día Dios nos quiere ofrecer por los más humildes. Las Bienaventuranzas se hacen visibles aquí en personas concretas que en medio de todas sus dificultades muestran una alegría envidiable. Y como dice el Papa Francisco el Evangelio hoy debe contagiarse por esta alegría de quien lo vive como una gracia, un regalo, a pesar de todas sus pobrezas y debilidades.

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