martes, 8 de julio de 2014


ENAMORARSE DE NUEVO

 
Esta semana la Iglesia está escuchando al profeta Oseas. Creo que su mensaje es actual para la Iglesia y para cada uno de nosotros. Nos prostituimos cuando nos dejamos seducir por un mundo que idolatra el dinero, el poder y el placer. La idolatría es poner esas cosas que tienen su puesto al servicio del hombre en el lugar de Dios y como consecuencia quedamos esclavizados y sometidos. El dinero necesario para vivir debe estar sometido por nosotros al servicio de la justicia, de los más pobres y del bien común. El poder necesario para organizar nuestras actividades debe ser ejercido como servicio que valora el aporte de todos y que permite que en armonía todo se conjunte para avanzar en el camino que desarrolla a todo el hombre y a todos los hombres. El placer, la felicidad, es un regalo de Dios que debe ser acogido al mismo tiempo que el sufrimiento y la cruz que vienen de quienes quieren entregarse plenamente a amar. El Espíritu Santo está moviendo a la Iglesia y por tanto a cada uno de los que la formamos a salir de esas idolatrías para ser seducida de nuevo por la alegría de poder vivir con toda libertad y entusiasmo el amor y la compasión de Cristo por todos los que están cansados y agobiados como ovejas sin pastor.

Para ello, para salir a la misión a transmitir la alegría de la fe, necesitamos ser enamorados siempre de nuevo por el amor de Cristo que nos habla desde su corazón a nuestro corazón y al corazón de los pobres a los que nos envía. Nos habla en la soledad y en la misión para que como María recojamos lo que Hoy está diciendo a su Iglesia.

Que el Señor nos envíe el Espíritu Santo y permita que sus obreros no seamos ciegos, mudos, paralíticos. Que en su nombre y por el poder de su amor y su verdad nos dejemos liberar y curar para ser instrumentos de su ternura, de su acción que anuncia la Buena Noticia del Reino y que cura el corazón del hombre y sanea nuestras relaciones en el seno de nuestras familias, de nuestras comunidades, de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad. Yo así lo he pedido en este mes en España, a los pies de María, en el santuario de Covadonga. Que en su Iglesia y con el Papa Francisco de la roca de nuestro corazón brote el agua viva del Espíritu Santo en un Nuevo Pentecostés. Que del costado de Cristo surja la gracia que nos purifique, nos una y nos haga fecundos para que el nombre de Dios Padre sea santificado, para que todos puedan escuchar la alegría de la fe en el Evangelio de Jesús.

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